Habemus domus

No hemos tardado tanto. Fue la segunda casa que vimos y nos quedamos prendados desde el principio. No es para menos, no hay más que ver las fotos. Es un pelín cara para lo que se lleva en el país, 2.100 dólares mensuales a dividir entre cinco personas, pero ahora somos gentes de posibles y hay que aprovechar. Cuatro pisos, habitaciones gigantes con baño, dos terrazas, enorme cocina con muebles nuevos y una calle muy agradable, con vietnamitas tomando café en sus sillitas de pinipón y niños jugando a todas horas. Estamos a 10 minutos de la oficina a pie. Además, el casero parece simpático, he quedado en quedar a jugar a tenis con él.

Y como decía, no ha sido tan difícil. Los anuncios los encontramos por Internet y fuimos llamando a los intermediarios. El primero, Mister John (todos son míster y algunos se ponen nombre europeo) nos llevó a unos apartamentos algo alejados de nuestro trabajo que no nos convencieron. La siguiente que vimos fue nuestra actual mansión, que nos enamoró desde la primera vez. Seguimos buscando, por mantener el decoro, aunque en el fondo sabíamos que la decisión estaba tomada. Incluso se nos escapaba de vez en cuando un "nuestra casa" que nos delataba por completo.
Aunque vimos algún otro piso, con emisarios de agentes que aprenden y desaprenden a hablar inglés según les convenga, no había vuelta atrás y el lunes por la noche ya nos instalamos.