jueves, 21 de mayo de 2009

Últimas pedaladas de los ciclos


Uno de los emblemas de Saigón y de Vietnam en general son los ciclos, esos encantadores vehículos a pedales en que los guías locales pasean a los turistas. Pues bien, este símbolo tiene los días contados, a partir del año que viene las autoridades de la ciudad prohibirán su circulación para que no obstruyan el tráfico. En su tiempo, cuando la ciudad era un hervidero de bicicletas y la vida transcurría más despacio estas góndolas a la vietnamita alcanzaron una gran popularidad. Aunque siguen los visitantes foráneos siguen utilizándolos, los ciclos se han convertido en un problema para el saturado tráfico de Ho Chi Minh. La ciudad ha cambiado, han florecido los rascacielos en detrimento de los elegantes edificios coloniales y el leve chirrido de las cadenas ciclistas ha dejado paso al atronador petardeo de las motocicletas.
Los ciclos se han convertido en un anacronismo, un vestigio de los viejos tiempos que el Gobierno quiere erradicar, no caben estas concesiones románticas en el nuevo Vietnam. La prohibición, que las autoridades locales ya han retrasado dos veces desde 2007, se extenderá a todos los llamados “vehículos modificados”, generalmente pequeños remolques a los que se adapta un ciclomotor o una bicicleta. Esto significa que afectará a cerca de 60.000 personas en la ciudad, gente cuya subsistencia depende en gran medida de estos vehículos que sirven a muchos vietnamitas para transportar mercancías y luego venderlas en la calle, una práctica muy común. Sólo se librarán los 150 ciclos que pertenecen a empresas turísticas.
A pesar de que desde hace años el tráfico de ciclos está restringido a algunas calles y en determinados horarios (al mediodía y por la noche), el anuncio de la prohibición total ha caído como un jarro de agua fría en un colectivo caracterizado por su precaria situación económica.
Hoang, de 45 años, lleva 18 ganándose el pan a golpe de pedal. En un muy buen día se lleva en torno a 20 dólares, en uno malo, se vuelve a su casa sin un dong (moneda local) que echarse a la boca después de una jornada de 15 horas apostado en una esquina.
“No me gusta la nueva ley, con este trabajo me gano la vida y puedo pagar un colegio inglés para mis dos hijos varones. Dentro de seis meses, seguramente tenga que convertirme en xe-om (taxista en motocicleta), pero para eso tengo que comprarme una moto y además no se gana tanto dinero”, afirma sin tapujos. Una de las razones por las que el Gobierno va a prohibir los ciclos es que trabajan sin ningún tipo de licencia y no pagan impuestos. Pero Hoang se defiende: “A nosotros no se ha dirigido nadie, yo estoy dispuesto a pagar impuestos si es necesario, pero nadie nos ha preguntado nada”.

Hoang con su ciclo

En sus años de conversaciones con los turistas, Hoang ha conseguido aprender inglés, lo que le otorga una innegable ventaja competitiva. Otros, como Tram, que a sus 70 años lleva dando pedales desde que terminó la guerra (1975), sólo hablan vietnamita y sus ingresos son notablemente inferiores. “Gano de media entre 2 y 5 dólares al día, a veces menos, pero es el único trabajo que sé hacer”, dice resignado, sin atreverse a criticar la nueva ley “porque no puede hacer nada”.

Tram pertenece a la vieja generación de conductores de ciclo, la de aquellos que una vez terminada la guerra sufrieron la sutil represalia del Gobierno victorioso por haber luchado junto a los americanos: se les cerró el paso a cualquier empresa pública y no les quedo otra alternativa que dar pedales.
Consciente del drama humano que se esconde detrás de la prohibición, el Gobierno ha prometido ayudas a los conductores que se queden sin trabajo, lo que ha disparado los rumores: muchos creen que recibirán 5 millones de dongs (en torno a 220 euros) por su viejo vehículo. “Todo el mundo habla pero nadie sabe, prefiero no hacerme ilusiones”, dice Nam, otro conductor que lleva 20 años en la profesión y que se queja de la falta de ingresos regulares.
“Llevamos una época mala y he tenido que acudir varias veces a las mafias para tomar dinero prestado”. Nam cuenta que lo de las mafias es bastante habitual y que muchos de sus colegas recurren a ellas cuando están en un aprieto. El interés es del 20% al mes para una cantidad de 500.000 dongs (22 euros), la que él suele pedir. Si no paga, no le matarán, pero se llevará una buena paliza.
“No sé si conseguiré lo suficiente para comprarme una moto cuando prohíban los ciclos, pero de alguna manera tendré que dar de comer a mis tres hijos”, se lamenta.

4 comentarios:

Basilio Lakort dijo...

Que duro, camarada, este domingo nos podeis igualar de categoría. Y me toca escribirlo a mí. No somos nada. Por cierto, me he estrenado en esto del mundo blog y ya te he linkado, operación que, no creas, me ha costado mi esfuerzo. Salud

Eric dijo...

Os igualaremos si bajáis, ¿no? ¿O ya te has convertido? A ver qué pasa el domingo, si es posible que el Partido no esté en Ajuria Enea, es posible el ascenso.
Bienvenido al planeta blog.

Ander dijo...

Eric, cada vez estoy más convencido de que en este blog (y seguro que en tu cuaderno) tienes material para un buen libro vietnamita. Aprovecha a tope las historias de esos personajes, conoce al máximo todo lo que puedas sobre ellos, seguro que sacas escenas y detalles estupendos para futuros relatos que vayan un poco más allá de los reportajes periodísticos... ¡Txapeldun!

(Acabo de volver de Bretaña y, por lo que he visto, allí son todos del Real Unión).

Eric dijo...

Muchas gracias, Ander, intentaré seguir rascando. Por cierto, la próxima vez que vayas a Bretaña, busca por allí al druida Panoramix, igual conoce la fórmula para el ascenso porque si no, no hay manera. En fin, esperaremos a la repesca, en el fondo todo está pensado para que yo pueda estar en el último partido de las eliminatorias en Gal.

PD: Vi el otro día que te asomabas por los primeros puestos de Tropela. Ánimo, a ver si ganas el Giro.