miércoles, 20 de mayo de 2009

Segunda animalada

Uno de los pequeños lujos de vivir en Saigón es el desayuno: un plato hasta arriba de fruta fresca troceada: sandía (nada que ver con la de España), papaya, piña y una misteriosa fruta muy dulce cuyo nombre desconozco. Todas las mañanas salgo a comprar la misma ración a un puesto callejero por unos 40 céntimos de euro.
Ayer volvía a casa con mi desayuno cuando me abordó un hombre de aspecto descuidado. Es probable que él supiera quién era yo, todo el mundo nos conoce en el callejón, pero yo no tenía ni idea de quién era él. Soltó una parrafada en vietnamita y me ofreció un bote fabricado con un trozo de tubería en el que había... ¡¡una tortuga!!
Vaya, pensé, quizá conozca mi historia del mono y quiera ayudarme a montar el zoo en casa. El bicho era de tamaño considerable, más o menos como mi mano. Le dije que no, pero él insistía, sin parar de hablar, lo único que le entendí es que no quería dinero. Intenté decirle que no podía ocuparme del animal y que tenía que irme a trabajar, pero no había manera de comunicar.
Al cabo de unos minutos llegó una mujer que hablaba inglés y ejerció de intérprete. El hombre quería regalarme la tortuga porque estaba en paro y no podía ocuparse de ella, no quería dinero. “Mi opinión es que no debe aceptarla, no conoce a este hombre”, dijo la traductora. Le hice caso, no por esas razones, sino porque ya había tenido bastante con la mala experiencia del mono.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me extraña, Eric, que no adoptases una rana de verdad y no esas de felpa que solías comprar cuando salíamos por donosti. Me ha gustado mucho la historia del mono y te la comento aquí en este post, básicamente porque el otro comentario igual ni lo leerías.

Sigue así y luego escribe un diario de viaje de Vietnam o ponte en contacto con alguna Lonely Planet, que igual puedes sacar tajada de tus historias.

Bueno, Eric, ya nos irás comentado cuando vuelves a España y ya haremos una gran comida o cena de recibimiento.