Cuando no juego al tenis con la cuadrilla de mi casero lo hago con la de Thong, un periodista francófono de unos 45 años que siempre tiene cara de póquer, pocas veces le he visto sonreír, por eso intimida un poco al principio. La primera vez que quedé con él, por trabajo, llegué tarde por un malentendido y me recibió con su habitual semblante serio y algo cortante y esos ojos algo caídos sin llegar a ser lánguidos. Pero enseguida me resultó simpático, sobre todo cuando me contó que había abandonado su cómodo empleo de relaciones públicas para convertirse en freelance y escribir sobre los dos temas que realmente le apasionan: el vino y el tenis. "Es arriesgado, pero mi mujer y mis hijas me ayudan y está yendo bien, gano mucho menos dinero pero estoy mucho más contento". En aquella primera reunión de trabajo no tardamos en desviarnos de los intercambios comerciales entre España y Vietnam, que ni a él ni a mí nos interesaban demasiado, para entrar en profundas disquisiciones sobre el antagonismo entre Nadal y Federer, la candidatura de Murray al cetro mundial y el talento desaprovechado de gente como Gasquet, Verdasco y Feliciano.
Unas semanas después me propuso ir al tenis con él y sus amigos y desde entonces jugamos algunos sábados. Es muy distinto quedar a jugar en Vietnam a hacerlo en Europa. Aquí el tenis es un acto social, una cuadrilla de ocho o diez personas reserva una pista durante tres o cuatro horas seguidas y todos nos vamos turnando en partidos a dobles.
El resultado es menos ejercicio y más banquillo, es decir, más tiempo para seguir analizando si Federer podrá vencer a sus fantasmas e imponer su juego mágico al tenis pétreo de Nadal o si algún nombre nuevo desestabilizará a los cuatro de arriba. Y a veces el tenis no da más de sí y hablamos de los 400.000 nuevos parados que se prevén en Vietnam este año, aunque aquí, dice Thong, no es como en Europa, nadie se queda en casa sin hacer nada, la gente vuelve al campo o abre un negocio en la puerta de su casa y vende cualquier cosa. También hablamos de la prensa del país y de cosas que los que mandan por aquí llaman malsanas. Le pregunto por las libertades, por la censura, por la puesta en libertad de uno de los dos periodistas que fueron encarcelados hace unos meses después de destapar un caso de corrupción en el que estaba implicado hasta algún miembro del Gobierno. Se les condenó por "abusar de las libertades democráticas" al considerar que sus informaciones eran falsas, que el ministro de Transporte no hizo apuestas con dinero público tal y como publicaron en sus respectivos periódicos.
Thong, que ha visto mundo y estudió un año en Francia, menea la cabeza. “Se pasaron de listos. El Gobierno ha pedido a los periodistas que denuncien la corrupción, pero ellos publicaron todo sin pruebas suficientes. Trabajan en dos periódicos distintos y se pusieron de acuerdo para publicar la noticia el mismo día para protegerse el uno al otro. La mujer de uno de ellos alegó que su marido estaba enfermo, pero cuando le detuvieron apareció su foto con el puño en alto, orgulloso”. Sin mucha fe, intento convencerle de que en cualquier caso la cárcel es demasiado castigo, que probablemene lo que publicaron era cierto, pero no hay manera, me doy cuenta de que a veces es necesario conocer la libertad para valorarla. "Fueron demasiado lejos". Y volvimos a hablar de Nadal y Federer.
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2 comentarios:
Buf.
Tremenda anécdota llena de significado.
Y tremenda -y acertada- conclusión la que tú, Eric, extraes en torno a la libertad...
Interesante peloteo, con una evidente red en medio.
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