lunes, 23 de marzo de 2009

Mal feeling

Hará cosa de un mes que abrieron el Café Feeling a cincuenta metros de casa. Esto no tiene por qué ser novedoso, en nuestro callejón abren negocios nuevos cada mes; en el tiempo que llevo en Vietnam han visto la luz una juguetería, un par de restaurantes y una tienda de pinturas. Pero el Feeling llegó rompiendo moldes, sabía que aportaba un toque de distinción. En nuestra calle abundan pequeñas tascas en que sirven el equivalente vietnamita al menú del día: una ración de arroz blanco acompañada de carne o pescado, o el phó, uno de los platos nacionales, una sopa con trozos de carne, hojas varias y pasta de arroz, que muchos se meten entre pecho y espalda en el desayuno. Por las mañanas la calle se convierte en mercado y a la puerta de cada comercio colocan improvisados puestos de fruta, carne o pescado (a veces los tres a la vez) que nos regalan cada mañana un olor… digamos que inconfundible. También están las cafeterías como la de Duc, el vecino, con sillitas y mesitas de plástico mugrientas esparcidas por la calle y apetitosos botes de lubricante de moto en las estanterías.
El local de Duc está siempre hasta los topes, ahí suelen pasarse las tardes, entre café y cervezas, nuestros vecinos coreanos. Ahí sentado se pasa el día el propio Duc, desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, sin camiseta, vaciando cervezas y dando conversación al que se acerque, mientras sus cuatro hijas corretean alrededor, su mujer cuida de ellas y prepara los cafés y la abuela ve pasar la vida. El Feeling, que se distingue de todos esos locales por sus elegantes sillas de mimbre y sus delicadas mesas de cristal, su pantalla de plasma gigante, su agradable música ambiental, su limpieza y su wifi gratuito casi siempre está vacío y sus aseados camareros mirando a la calle, mano sobre mano. Tras el fracaso de la anunciada inauguración y de una promoción de espaguetis a la boloñesa, ahora intentan atraer clientela sintonizando los partidos de la Premier League en su enorme televisión. Sigue igual de muerto.
Como me daba pena verlo tan desangelado, hace unos días fui a probar sus tan anunciados espaguetis. Huelga decir que yo era el único cliente. Los camareros fueron encantadores, pasé un rato agradable escuchando versiones instrumentales de los Beatles y me encantó el flan que me dieron de postre, pero los espaguetis dejaban mucho que desear, apenas tenían tomate y comer ahí resultó el doble de caro (3 euros) que en cualquier otra tasca de alrededor. Salí con la sensación de que no iba a volver a menudo.
Unos días después, el callejón vivió una de sus tardes más agitadas desde que estoy aquí por un amago de pelea callejera entre dos jóvenes borrachos. Como los vietnamitas se pasan el día sentados a la puerta de sus casas, no tardó en formarse un grupo de gente alrededor, hasta que dos mujeres echaron a uno de los borrachos. El otro era un vecino que luego se llevó la consiguiente reprimenda. La disputa -no podía ser de otro modo- tuvo lugar frente a la puerta del Feeling, donde estuvieron bebiendo los dos borrachos. Era la puntilla que le faltaba a un local que todavía desentona, al menos en mi calle. Informaré si termina cerrando.

3 comentarios:

El Humilde Fotero del Pánico dijo...

No hay duda, Eric, de que yo me decantaría por Casa Duc.
Un sitio en el que puedes beber chupitos de lubricante de moto siempre debe ser la primera opción. En Vietnam o en Donosti, una tasca genuina tiene prioridad sobre propuestas más prefabricadas...

Fernando dijo...

Vaya...acabo de actualizar mi blog y he utilizado la expresión "huelga decir", como tú en esta entrada. No recuerdo haberla utilizado muchas veces en mi vida, pero justo lo he hecho al mismo tiempo que tú. Prometo que fue casualidad...Espero que todo vaya bien por allí, aunque sé que así es.
Saludos!

Eric dijo...

Yo tampoco creo haberla utilizado muchas veces, Fer. Casualidad telepática.
Juan, yo también prefiero mil veces un sitio como el de Duc. El lubricante me regula el intestino.