martes, 6 de enero de 2009

Nochebuena vietnamita

Que no se escandalicen los amantes de la buena mesa, o que se vayan antes de seguir leyendo, porque lo que aparece en la foto fue mi cena de Nochebuena: cerveza 333 en lugar de vino y champán, carne de buey seca y picante en lugar de jamón y cordero, y chocopies (una especie de Phoskitos) en lugar de turrón, todo sobre una clásica (y sucia) mesa de plástico tamaño infantil de las que que se encuentran a la entrada de cualquier establecimiento del país.

La idea que tenía para pasar la Nochebuena con mi madre y mi hermano era una mariscada junto a la playa de la ciudad de Hoian, en la que ya estuve hace unas semanas disfrutando de la hospitalidad vietnamita. La víspera del viaje llamé a aquellos parientes de mi casero que me habían acogido tan bien para que nos fueran a buscar en su taxi al aeropuerto.

Cuando aterrizamos, sobre las cinco de la tarde del 24 de diciembre, ya nos esperaban el sobrino del casero y su mujer, Diem, que nos recibió con grandes agasajos, especialmente a mi madre, que de ahí en adelante se convirtió en la mamma. No tuvieron que insistir mucho para convencerla de ir a ver su tienda de telas. Sacaron las sillitas de plástico, nos colocaron delante dos catálogos mastodónticos y empezaron a ir de una página a otra sin respiro.

Mucho más divertido que el catálogo era mirar lo que ocurría en el concurrido establecimiento: una niña de siete años correteaba de un lado a otro, la abuela sostenía en brazos a otra niña de un año, el abuelo, emocionado con nuestra visita, me insistía para que subiera con él a su casa a tomar un licor de origen desconocido ("es bueno para los hombres", me dijo) y dos jovenzuelos de unos 16 años deambulaban por el local (luego descubrí que Dien los tiene en su casa porque pertenecen a una familia muy pobre). Sin dejarnos respirar, sobre las siete nos trajeron un plato de arroz con pollo a cada uno, no lo sabíamos pero iba a ser la comida más consistente de esa noche.



Poco después de que Papá Noel apareciera por la tienda, el abuelo me convenció para subir a probar su potingue, que no estaba tan mal (no hablaré de sus supuestos efectos). El pequeño salón de la casa estaba lleno de máquinas de coser viejas, fotos del abuelo en su juventud, libros y dos moradores más que no había visto hasta entonces. Mientras veíamos el primer tiempo del partido Tailandia-Vietnam, el viejo se reveló como un Leonardo da Vinci de bolsillo en el somero resumen que me hizo de sus 73 años de vida: médico de los americanos en la guerra, mecánico de máquinas de coser, sastre ("puedo hacer una camisa en 40 minutos") y poeta (ha escrito casi todos los libros que hay en la casa, alrededor de cincuenta). Además, demostró ser un gran bebedor, no daba tregua con el licor, empeñado en que nos termináramos esa noche su garrafa de unos cinco litros.



Parte de los comensales




Diem abraza a la mamma

Después de dos horas, logramos escaparnos de la amable emboscada, pero sólo con la promesa de volver a las nueve para cenar con ellos. Así lo hicimos, con algo de retraso y unos mazapanes para agradecer la hospitalidad. Allí nos esperaban todos, salvo el abuelo, al que el famoso licor no sentó bien y tuvo que retirarse. Nos quedamos sin el banquete previsto, pero nos reímos mucho, y seguro que no confundiremos esta Nochebuena con ninguna otra. Eso sí, para la comida de Navidad, no perdonamos la mariscada playera.

5 comentarios:

El Humilde Fotero del Pánico dijo...

Qué grandes sois, Eric.
¡Una noche absolutamente pintoresca y divertida!
Me vuelve loco ese Papá Noel o Santa Claus de ojos rasgados...
No hace falta ser un lince para asegurar que muy probablmente será la mejor Nochebuena de tu vida...
¡Abrazos!

mrojano dijo...

Hola Eric feliz año nuevo, los mejores deseos para el 2009!!! qué Navidad tan singular han vivido, muy especial sin duda...


Saludos desde el otro lado del mundo

Eric dijo...

Gracias. Sí, una Navidad muy especial. En realidad no teníamos elección. Nos arrastró la corriente.
Feliz año para ti también, Miladys, ya te seguiré a ver cuándo cruzas el Océano y dejas de estar en el otro lado del mundo.

Asier Albistur dijo...

Urte berri on Eric!!

Veo que te lo montaste muy bien en Navidad. Es una suerte poder convivir con amigos de culturas tan diferentes a las nuestras. ¡Un abrazo!

Eric dijo...

Berdin, Asier.
Ya vi que tu tampoco te lo pasaste mal en Costa Rica. Un abrazo.