Khanh
Apenas habla inglés, el necesario para venderme un par de libros en un parque. Khanh, de 37 años, recorre las calles de Hanoi con su taco de libros fotocopiados para turistas y su rudimentaria silla de ruedas. Vive en la capital desde hace años, pero se crió en un pequeño pueblo a 150 kilómetros. Es posible que fuera allí donde pasó los mejores años de su vida, hasta que una mina abandonada en el campo le dejó sin piernas cuando tenía 10 años.
Hoa
Cuando me plantearon en la oficina ir a Hanoi a conocer a los periodistas de allí, pedí ayuda a los que conozco en Saigón para que me dieran algún contacto. Nhung no conocía a ningún reportero, pero me pidió que si iba llamara a Hoa, su amiga de la infancia, que me daría buenos consejos para visitar la ciudad. Hoa, que ronda los 25 años, pertenece a una nueva generación de vietnamitas con estudios y altas expectativas profesionales. Trabaja en un banco, tiene un buen sueldo, pero no le gusta su trabajo, le estresa, le gustaría dedicarse a algo relacionado con el comercio internacional.
Se casa este mes de enero y está nerviosa, por la boda en sí y porque casarse supone irse a vivir a casa de sus suegros, así lo manda la tradición, aunque a ella no le guste. No pone reparos en hablar de la falta de libertad del país. "A los vietnamitas sólo les preocupa ganar dinero, su bienestar personal, les da igual la política", dice. Sin embargo, no está segura de que la democracia fuera un sistema adecuado "porque la gente no está acostumbrada".
Cuando habla del control de la natalidad impulsado soterradamente por el Gobierno -"no hay política de hijo único, pero si trabajas para el Gobierno y tienes muchos hijos te penalizan"- explica que casi todos los vietnamitas quieren tener varones y que los hombres toman mejunjes especiales para conseguirlo.
Ella pertenece a esa nueva hornada de vietnamitas que han salido a ver el mundo, que trabajan para empresas extranjeras, hablan inglés y llevan un estilo de vida más occidental, se adivina en ella una lucha entre las tradiciones que se extinguen lentamente y la purpurina de los nuevos hábitos venidos de Occidente. Cuando le pregunto si cree que esos remedios para tener hijos varones son efectivos no lo duda: "Sí, conozco a un hombre que los usa y sólo ha tenido cinco niñas, pero suelen funcionar".
Minh
Minh tiene cinco años y un avión de papel que aterriza delante de mí. Me saluda con un tímido hello, pero enseguida va más allá y me pregunta en inglés mi edad y de dónde soy. Aprovecho para poner en práctica mis magros conocimientos de vietnamita y me entusiasmo al ver que me entiende. En nuestra breve conversación descubro que está impaciente por la llegada de Santacló, y creo entender que va a ir a pasar las Navidades a Saigón. Después, al ver que mi manejo del idioma es limitado, se convierte en mi profesor particular por unos minutos y me indica el nombre de todos los objetos que ve, repitiéndolo las veces que haga falta hasta que lo pronuncio de manera decente. Al rato se acerca su madre, que me pregunta con orgullo materno si su hijo está hablando conmigo en inglés. Me da algo de pena romperle las expectativas, pero, con un orgullo íntimo, le confieso que no, mientras Minh sigue reclamando el protagonismo y repite el nombre de cada objeto que ve hasta que llega su padre a recogerlos.
Tommy
Es el chico para todo en el hotel en que me alojo en mis segundas dos noches en la capital, las que no me paga la oficina. Le hacen los ojos chiribitas cuando le digo que mi anterior habitación costaba 120 dólares por noche (en el suyo vale seis) y en los dos días que estuve por allí, me volvía a preguntar por lo mismo, como si no se lo terminara de creer: “Por ese dinero puedes dormir un mes o dos en mi hotel”. Tiene 18 años y hace dos semanas que empezó a trabajar. Es todo ilusión, no le importa que su trabajo le obligue a vivir allí y a estar disponible las 24 horas del día por menos dinero al mes del que me costó una habitación de hotel. Supongo que las miserias laborales nuestras, el estrés, la falta de vacaciones, los abusos de los jefes y los etcéteras que cada uno quiera añadir le sonaran a chino. O a vietnamita.
8 comentarios:
A sus pies, querido Eric. Este blog no tienen desperdicio.
Eric, qué Navidades tan intensas has tenido!!! tú madre no quedó destrozada tras la paliza del viaje? ay, lo que hay que hacer por los hijos...
¿Tienes pensado pasar a Tailandia antes de volver?
Bueno, pues cuidate y sigue manteniéndonos informados con el blog...está fenomenal!!
Gracias a los dos. Elena, este viaje lo hice solo antes de Navidad. El ajetreo de las últimas semanas ha hecho que este blog pierda todo orden cronológico. Lo de Tailandia lo intentaré, aunque tengo pocas vacaciones. Pero sí, estando tan cerca habrá que intentar pasarse.
Buenísimo Eric, buenísimo. Me encantó esta nueva entrada.
Genial post para inaugurar al año, Eric...
Me están entrando unas ganas locas de conocer Vietnam...
Supongo que explicaste a Tommy tu intención de escribir el libro "Cómo vivir del cuento". El pobre lo agradecería.
Gracias.
Minqueta, no desveles estas cosas. Que me pueden robar la idea.
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