jueves, 15 de enero de 2009

Bajo el mar

Cuesta creer que tu vida dependa de un equipo de 20 kilos y un artilugio del que dicen que sale aire que dicen que está en buen estado. Por eso, en mis primeros minutos haciendo submarinismo en las aguas de Phuquoc, una isla paradisiaca frente a las costa camboyana, apenas disfruté; estaba demasiado ocupado en sobrevivir, pendiente de cada bocanada de aire. Vinieron a mi mente las pataletas de mis cuatro años, cuando me negaba a sumergir la cabeza y me convencí de que el agua no es mi elemento. Pero eso fueron los primeros minutos. Después, cuando te olvidas de eso y te acostumbras a respirar a través de un tubo, es una maravilla.




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