
Me hubiera gustado ser el protagonista de esta historia, pero fue Florent, que iba delante de mí en el descenso del Kianabalu el que se topó con un orangután a diez metros. Se miraron fijamente durante apenas dos segundos, hasta que mi compañero me hizo una leve señal para que frenara y el mono se asustó. Después, desde unos 100 metros, obervamos a varios saltando de rama en rama, ésta es la mejor foto que pude sacar. Verles de pie, totalmente erguidos, impresiona y hasta asusta un poco por lo mucho que se nos parecen. Entendí que con animales así surjan leyendas como la del yeti.
2 comentarios:
A saber lo que pensó el orangután.
Desde luego, tus aventuras no tienen nada que ver con nuestra mono-tonía... Menuda envidia!
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