lunes, 23 de febrero de 2009

Año nuevo en Malasia

Tenía pendiente contar mi año nuevo chino en Malasia. Hasta hace unos meses, sabía muy pocas cosas de Malasia. A bote pronto podía situarlo más o menos en un mapa, sabía el nombre de su capital, que tiene unas torres muy altas, que organiza un gran premio de Fórmula Uno y que había sido tierra de piratas. También sabía que allí vive Alex Lee.
A Alex le conocí en Oslo hace casi dos años. Apenas compartimos unas horas en el albergue, una cena y un desayuno, pero congeniamos bien y después mantuvimos el contacto, seguramente porque nos traemos buenos recuerdos el uno al otro. Alex había llegado a Oslo después de un largo viaje en bici que empezó en Barcelona e iba a cogerse un barco que le llevara a Dinamarca para iniciar su vuelta a Londres, donde había pasado un año trabajando, ahorrando para después pegarse el viaje de su vida. Yo estaba a punto de empezar mi aventura ciclista nórdica que había de llevarme hasta el Cabo Norte un mes después. Cuando supe que tenía vacaciones por el año nuevo lunar, escribí a Alex para proponerle una semana de pedaleos por Vietnam y, como era de esperar, se le pusieron los colmillos largos, pero no podía porque su familia es de origen chino y en esas fechas están de celebraciones. A cambio, me invitó a pasarlo con ellos en su casa de Penang, una isla al este del país. Y acepté.
Después de la experiencia, sé algunas cosas más de Malasia: que es un país eminentemente musulmán, que conviven malayos de pura cepa, indios y chinos sin aparentes problemas, cada uno hablando en su idioma, aunque el malayo es el único oficial. La familia de Alex es un perfecto ejemplo: los dos padres son de origen chino y en casa hablan una mezcla del dialecto hokian -propio de la región del sur de China que nutrió de emigrantes a Malasia- y de inglés. Los domingos van a misa a una iglesia metodista llena de malayos de ojos rasgados en la que el pastor, también de origen chino, mezcla en su sermón en inglés los buenos deseos para el año nuevo, la bienvenida a Obama y la condena a Israel por el horror de Gaza. Todo amenizado por una entusiasta banda de música con baterías y guitarras eléctricas a todo trapo.
También sé que la familia de Alex es de una hospitalidad exquisita, estaban encantados de que celebrara el año nuevo con ellos. "Ahora tengo un tercer hijo que ha crecido muy rápido", bromeaba la madre. El primer día del año, nos pasamos la mañana visitando a sus amigos y familiares. Después, los mismos familiares y amigos devolvían la visita, por aquello de la reciprocidad, muy importante en la cultura oriental. En cada casa nos obsequiaban a los solteros con un sobrecito con dinero, yo tenía que agradecerlo diciendo feliz año nuevo en chino (ya se me ha olvidado), daba un poco de apuro recibir regalos de desconocidos, pero me tranquilizaba pensar que serían cantidades simbólicas. Cuando por la noche abrí todos los sobres, me quedé de una pieza al ver que había acumulado 100 rimgit malayos, unos 20 euros.

De izquierda a derecha: David, hermano de Alex, Jennifer, su novia, Alex, su padre, su madre y el tercer hijo.

3 comentarios:

Ana. dijo...

Te vengo leyendo desde hace meses y nunca digo nada porque no sé qué decirte... sólo me sale ¡qué envidia!
Un abrazo, disfruta y sigue contando!
Ana.

Anónimo dijo...

¡La famosa Operación Malaya!

Eric dijo...

Hola Ana, y gracias. He intentado ver tu blog pero no se puede. Una duda: ¿no nos conocemos, verdad?
Ander, te voy a enviar todos los posts unos minutos antes para que les pongas título. Muy bueno.