Sonrisa inadecuada

Hace unos meses, ETA colocó una bomba en la Universidad de Navarra, en la que pasé cuatro años inolvidables. Como suele ocurrir con esta gentuza, me llené de rabia y de incomprensión y me acordé de la anterior bomba en la misma Universidad, que me pilló a cien metros hace casi ocho años. Después, seguí recordando, no los minutos posteriores de preocupación, asco e incertidumbre que viví entonces sino de buenos momentos en Pamplona, de gente a la que hace tiempo que no veo, del poso que dejaron aquellos años.
Hoy ETA ha vuelto a emplear el único idioma que conoce con un coche bomba en la calle Ribera de Loira de Madrid, a unos cien metros del CECO, donde estudié tres meses el año pasado para obtener esta beca y donde conocí a un grupo de gente estupenda e hice algunos buenos amigos. Ya sé que hoy toca estar cabreado, y lo estoy, pero después del asco, la rabia y la incomprensión de siempre, me he olvidado por unos segundos de la bomba y me han vuelto a venir un montón de buenos recuerdos de aquellos tres meses que nos parecieron tan largos y tan cortos. Y estoy preocupado, porque por segunda vez en pocos meses, los salvapatrias han hecho que se me escape una sonrisa.