domingo, 4 de abril de 2010

Crucificados por la salud de los suyos

Alguno habrá visto en los telediarios los vídeos sobre las crucifixiones en Filipinas, que se repiten todos los años. Las más famosas y multitudinarias son las de un pueblo llamado San Pedro de Cutud, las que salieron en todos los informativos, pero fui a cubrir las de una aldea más pequeña, Arrayat, en la que todo es más improvisado y más cutre, pero con más encanto.
Se sacrifican de ese modo porque creen que así se aseguran la buena salud de sus familias, sin hacer caso a lo que dice la propia Iglesia Católica del país, que no recomienda los actos, aunque tampoco se opone con contundencia. Impresiona y asusta ver lo seguros que están, aunque ellos se lo guisan y se lo comen y no hacen daño a nadie salvo a sí mismos. Y impresiona ver también con qué entereza soportan los cortes y los clavos, sin aspavientos ni ninguna concesión a la galería, sin dar un solo grito y reprimiendo las muecas de dolor.
Hace unos días, hablé con uno de ellos, Marlon Yusi, de 31 años y que se lleva crucificando desde los 16 años. Está convencido de que unas manchas que le aparecieron a su hija en la piel se le borraron gracias a su pentencia.
Noel Cojungco cree que la salud de su padre ha mejorado un poco gracias a que se flagela desde hace cinco años. Aquí lo contaban hace unos días.
y aquí está la crónica que escribí.
Dejo los dos vídeos que edité, más o menos.




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