viernes, 3 de abril de 2009

Obligan a sus hijos a fumar para ganar apuestas

De vez en cuando, en los periódicos vietnamitas se encuentran historias asombrosas como la del pueblo de Phu Hoa, en una provincia del delta del río Mekong, al sur del país. Según cuenta el periódico Than Nien News, esta aldea rural está en la ruina desde que allí se instaló el virus del juego.
Los habitantes de Phu Hoa viven obsesionados con el so de, un juego de apuestas basado en los premios de la lotería estatal. Muchos padres obligan a sus hijos pequeños a fumar porque creen que el número premiado aparecerá dibujado en el filtro del cigarrillo si es consumido “por un alma inocente”. Llevan a los niños, que a veces no pasan de cinco años, a los cementerios y allí les obligan a fumar para que los espíritus les revelen cuáles serán los números premiados.
Esta fiebre ludópata, que ha llevado a la aldea a la ruina, comenzó en 2006, cuando algunos de sus habitantes resultaron premiados y el juego se popularizó. Pero después de los primeros meses, la suerte cambió y los corredores de apuestas comenzaron a reclamar su dinero por lo que los habitantes de esta aldea rural tuvieron que vender sus casas y las cosechas con el fin de pagar sus deudas de juego.
El virus ya había infectado a la ciudad, habia destrozado familias y sumido al pueblo en la ruina. Según la información del periódico, el salario medio diario en la aldea es de 1,13 dólares, una miseria que muchos se gastan directamente en el juego.
Un dirigente del Gobierno provincial, que prefirió guardar el anonimato, explica que "muchos habitantes de Phu Hoa son adictos al "so de" y no pueden dejarlo"."Sólo piensan en cuáles serán los números premiados y todo porque ganaron hace tres años", dice.
El periódico cuenta el caso concreto de cuatro mujeres que fueron al cementerio a visitar la tumba de un familiar enterrado tres días antes. Una de ellas llevó con ella a su hijo de cinco años y le obligó a fumarse un pitillo. El niño empezó a toser y a llorar y se quejó de que estaba enfermo, pero las mujeres le intentaban engatusar prometiéndole pasteles y juguetes si seguía fumando. La madre alegó que el muerto quería mucho al niño y le revelaría el número premiado.
El artículo también recoge el testimonio de Quy, un niño de 9 años que cuenta que le mandan a él y a sus amigos ir al cementerio con comida para los muertos y les piden que les pregunten por los números agraciados.
La enfermedad llega a tal punto que un padre adicto al so de cuenta que se alegra cuando sus hijos se pelean. "Si sangran, ganaré", afirma convencido de que el color rojo trae buena suerte.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pablo a dit... Fumar desde muy joven no es algo tan fuera de lo habitual. En mi familia tenemos una larga tradición fumadora. Mi abuelo Moisés Garrote empezó a fumar con 4 años. "Solo las bixarras del maíz" se excusaba. Mi padre también le dio al ducados más o menos desde que empezó a andar: "En mi época todo el mundo hacía lo mismo, y no se tenía tanta información como ahora" comenta. Mentiría si no admitiera que yo también, desde edad temprana, he tenido mis devaneos con la nicotina. Ahora lo he dejado, y aunque ya llevo cerca de 20 años sin fumar, siempre me consideraré un fumador. Es el drama del tabaco.

Eric dijo...

En alguna ocasion te he visto encender un ducados. Y hace menos de 20 anyos.

Anónimo dijo...

Pablo a dit... A ti no puedo enganyarte. Enciendo un ducados de vez en cuando para oler el aroma que desprende. Es una terapia bastante utilizada en ex fumadores. Por ejemplo, en los restauranes siempre me siento en la parte de fumadores.
Por cierto, he visto tu entrada publicada en el DV del sabado... Espero que no te la esten plagiando, venia sin firmar.

Eric dijo...

No te preocupes, todo controlado.