jueves, 5 de noviembre de 2009

Estampita filipina

No me gusta la zona en la que vivo. De día no está del todo mal, pero en cuanto se pone el sol empiezan a aparecer mujeres de moral distráida y vendedores de viagra (sí, me lo han ofrecido) que hacen negocio con con los sesentones occidentales que se dejan caer por allí. Además, hay obras y troqueladoras y aparatos que hacen un ruido insoportable y grúas gigantescas moviéndose que no se paran en las 24 horas del día. Aún recuerdo la rotundidad del agente que me enseñó el piso cuando le pregunté por el rascacielos que están construyendo a unos pocos metros: "No se preocupe, la ley sólo permite las obras de 9 a 5 y los domingos por supuesto que no trabajan, aunque no le puedo asegurar lo de los sábados".
Estoy pensando en comprarme un fusil, no sé si para disparar a ese simpático farsante o para reventar los focos con que los obreros iluminan las obras durante toda la noche todos los días de la semana.
De día no es tan sórdido, aunque siempre que paso hay un monumental atasco. Por suerte voy andando a trabajar. En ello estaba el otro día cuando se me acercó un hombre de unos cincuenta años y gruesas gafas de pasta que me recordó mucho a Woody Allen en Granujas de medio pelo. "¡Buenos zapatos para caminar!", exclamó señalando mis playeras. Seguí mi camino mientras él me preguntaba de dónde era y me decía que una hermana suya iba a trabajar de enfermera en Madrid.
"Espere, le voy a dar mi teléfono para que me llame si quiere darme algún consejo", me dijo. Primero le dije que tenía prisa, pero insistió y no vi ningún problema en coger su número sin comprometerme a nada.
Señaló las escaleras de un restaurante algo apartado de la carretera: "Vamos a sentarnos allí para que pueda escribir". Como ya le había dicho que sí, le seguí. Sacó del bolsillo una libreta, un boli y su cartera.
-¿Cómo son las carteras en España?
-No tienen nada que las distinga, no la compré en España, le respondí medio mosca.
-Mire la mía.
La cogí un par de segundos y se la devolví, mientras trataba de entender de qué iba todo eso.
-Me gustaría ver cómo son las de España, ¿no me la podría enseñar?
Definitivamente, el granuja me vio cara de tonto. Me despedí y me fui preguntándome si ese método tan burdo le habría funcionado alguna vez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pablo a dit...

Bueno, los barrios de putas tienen su cosa. Yo tengo un ex-compañero que solía charlar con ellas en la Casa de Campo de Madrid. Como periodista con cámara y todo podrías hacer unos reportajes a lo "Callejeros" (no se si lo conocerás, porque ya llevas fuera bastante tiempo).

Lo de las obras... será parecido a Vietnam, ¿no? Todos los países de la zona tienen pinta de ser bastante ruidosos.

Si el timador se parecía a Woody Allen en la peli que dices, esa táctica se parece mucho a las que utilizaba para atracar aquella tienda (¿o era un banco?).

Ander dijo...

Hace poco leí la expresión "mujeres de moral abollada".

Cómo son las carteras en España, muy bueno. Ahí toca jugar al desconcierto: decirle que están prohibidas o que se hacen con pieles de fetos...

Como timador eres un timo, le podías haber dicho.

Anónimo dijo...

¿Cómo son las carteras en España? jajajaja Desde luego el tipo fue original...

Eric dijo...

Era un banco, Pablo.
Muy bueno, Ander, aunque no estaba yo para ingenios.
A mí el tipo me cae bastante bien, ahora suelo estar atento por si le veo al pasar por ahí.