Vivir en Vietnam me abre a unos lujos impensables en un país desarrollado. Me voy a dar un masaje prácticamente todas las semanas, como en restaurantes casi a diario, viajo por todo el país a un precio bajo y una noche en un hotel decente cuesta menos de 15 dólares. Son placeres a los que uno se acostumbra rápido pero los cambiaría todos con los ojos cerrados por dormir bien todas las noches. Los vietnamitas demuestran una habilidad asombrosa para quedarse traspuestos en cualquier rincón de la calle o incluso tumbados en su propia moto. Les envidio, sobre todo desde que llegué a este país y mi hasta entonces idílica relación con Morfeo se enturbió de golpe.
El primer inconveniente es el clima, el calor pegajoso y húmedo que sólo desaparece del sur del país en los meses de diciembre y enero. Se arregla con el ventilador y el aire acondicionado, una solución no demasiado sana, pero no he encontrado ninguna más eficaz. Eso sí, se añora el reconfortante peso de las mantas sobre el cuerpo, dormir en una cama hecha y no tirado de cualquier manera sobre un colchón apenas cubierto con una sábana bajera. Cuando llueve refresca, y se agradece, pero la lluvia es tan violenta que el estruendo que provoca al chocar con nuestro tejado de uralita es un despertador infalible. Menos mal que los chaparrones suelen ser diurnos.
El peor mal de este país es sin duda el ruido. Los vetnamitas son en general gente bastante escandalosa, algo así como los italianos de Asia. Durante los primeros meses, nuestro vecino tenía programado a las seis de la mañana un despertador con la melodía del cumpleaños feliz. No sé si tenía el reloj colocado en su azotea o en la ventana para despertar a todo el vecindario, pero terminé por odiar esa melodía, aviso para los que quieran felicitarme el cumpleaños. Que me canten la canción de los payasos. A los pocos meses, el despertador dejó de sonar y tuvimos un periodo de relativo silencio nocturno, si exceptuamos a los niños que lloran y el trajín del callejón a partir de las seis de la mañana, con el vendedor de plumeros que va gritando mientras empuja su bici, el afilador o el hombre de los plátanos.
Esto último lo digo por hacerme el mártir, porque estoy en un tercer piso y no me afecta tanto. Además, tengo la suerte de estar lejos del tráfico y los bocinazos constantes. En realidad, el enemigo más temible del sueño es la muerte, la ajena, claro. Cada vez que fallece alguien en el barrio, al día siguiente se organiza una despedida del féretro al que llevan en procesión desde su casa al cementerio, con una pequeña banda de música incluida. Los músicos tocan a pleno pulmón y en esos casos es imposible no despertarse y cagarse en los muertos del muerto, con perdón. Una mañana que me despertaron y me sentí con ánimo, bajé a filmarlo todo, os dejo una parte y los interesados pueden ver el resto en youtube.
Aquel día, el tendero de la esquina todavía tenía los ojos llorosos cuando le compré unos pastelillos para el desayuno. A la frutera conseguí entenderle que una enfermedad se lo llevó por delante en poco más de un mes, tenía 42 años y era el marido de la peluquera. Dos meses después, la peluquería sigue cerrada. Afortunadamente, sólo ha habido tres o cuatro muertos en el vecindario desde que llegué.
Adaptado ya al calor, sin tener que soportar despertadores horteras, con funerales sólo de ciento en viento, dormir no debería ser un problema de no ser porque al vecino de la calle de atrás le dio por tirar su casa y construir una nueva. Las obras hacen furor en la zona, hay otras tres casas en construcción en la misma calle y acaban de terminar otra.
A las siete de la mañana los obreros empiezan a picar lo que sea que pican, a cortar hierros con la rotaflex y a colocar ladrillos. Al principio lo llevaba con resignación, pero en poco más de dos meses han llegado hasta el tercer piso y los tengo a dos palmos de la ventana. Duermen en la misma obra hasta que la terminan, eso explica que tengan prisa, pero hay veces que se pasan, como aquella vez que un vecino terminó llamándoles la atención a las doce de la noche porque seguían dale que te pego con los ladrillos. Y el descanso dominical, por supuesto, no existe, ni para ellos ni para los vecinos. Si siguen acercándose a mi ventana es posible que terminemos haciéndonos amigos, no descarto ofrecerles un buen desayuno a cambio de que empiecen a darle caña a la rotaflex una horita más tarde.
12 comentarios:
¿Te vas de Saigón? Yo llego el día 7 de septiembre. Mmmm. Chico, ha sido como leer un mensaje en el espejo, jajaja: llevo dos días durmiendo mal, ¡ya! y pensando en el puto mosquito del dengue. Prefiero no seguir leyendo tu blog! :P
Saludos. Patricia. :)
Jo, Eric, cómo me gustan tus crónicas vietnamitas cotidianas. Me he reído un montón.
Y yo que me quejo del Plan E!
ué interesante todo lo que nos cuentas, gracias!
Saludos, Ana!
jejeje
Hasta hace una semana los obreros estaban en mi piso (2º) ahora que han llegado al tuyo y yo puedo descansar un poquito más sólo puedo decir una cosa... Te jodes ! jejeje
Lo sigo sufriendo, esta mañana, a las siete, alguien ha tocado el timbre. No se ha conformado con un solo timbrazo, han sido lo menos diez, varios de ellos seguidos, con mala idea. Yo me he quedado en la cama pero mi compañero Guille ha bajado: venían a mirar el contador del agua.
Cimbeles, ahora tendrás que sufrir mis ensayos con el xilófono vietnamita.
Eric, veo que le has cogido el gustillo a los famosos masajes que dan en Asia.
Eric! Eric? el fan de Federer?
bettyboop
Sí, Bettyboop, el mismo, encantado de verte por aquí.
Jo Eric, nunca me imaginé cuando hablabas de Federer que estuvieras en Vietnam!!! Veo que te lo estás pasando bomba!
Me ha gustado tu blog, es muy divertido! Tremendos los bichicos esos de la selva...sobre todo el sapito ultravenenoso....
bettyboop
A mi me pasaba lo mismo y eso que vivía al principio de Nguyen Dinh Chieu, cerca del canal y no estaba por tanto tan rodeado de edificios. Hubo algunos meses que tuve que sufrir ruidos de algunas obras. Lo peor era llegar un domingo de madrugada después de salir de fiesta y al poco de acostarte empezar el vecino con los ruidos. Le pasa a todo el mundo. Recuerdo cuando Liam me contó que le despertó un tipo que estaba intentando "arreglar una casa a martillazos". Estaba tan irritado por la falta de sueño que le quitó el martillo de las manos y lo tiró por a tomar por culo. Les da igual la hora o el día, hacen obras en cualquier momento. En vísperas del Têt es cuando peor se pasa, ya que muchos apuran hasta el último momento para estrenar casa en Año Nuevo y no dudan en tirarse hasta las tantas de la noche haciendo reformas.
Sobre lo del calor, lo mejor es un buen aire acondicionado. Puede parecer estúpido pero yo me lo ponía a tope y dormía bien tapado con el edredón.
Ya te queda poco ruido que aguantar. Ánimo
Pablo a dit... Por cierto, creo que debería de dedicarse una entrada en este blog al gran Garrote, que por lo que tengo entendido visitó Vietnam hace poco...
Gracias por los ánimos, Alberto.
Pablo, dile al tal Garrote que está invitado a escribir en este blog sus propias impresiones sobre Vietnam.
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