El amigo Cimbeles, viejo veterano de Vietnam, volvió dos años después a tierras asiáticas, primero a nuestro añorado Saigón y después a Filipinas, donde tuve el honor de recibirle. Cimbeles fue durante un año compañero de trabajo, de casa y sobre todo de risas. En la parte izquierda de esta página, muy abajo, podréis ver un vestigio de su blog vietnamita, de la época en que adecentábamos este lugar al menos un par de veces por semana.
Si exceptuamos un gran tapeo en Madrid hace un par de meses, a Cimbeles no le veía desde hacía dos años, cuando nos separamos en Barajas tras nuestro particular "tornaviaje". Tras semejante intervalo, podía uno temer que nada fuera igual y que no tuviéramos en común más que un puñado de recuerdos que agotaríamos en un día para pasar el resto sin saber qué contarnos. Claro, que pensar eso sería conocer poco a Cimbeles, uno de los tipos más genuinamente divertidos con los que me he cruzado en este mundo, una de esas personas que encuentran el lado humorístico a casi cualquier situación y que si no ven comicidad, la generan con su comportamiento, con comentarios propios del mejor humor absurdo o con su increíble abanico de expresiones entre castizas y frikis. Uno de nuestros episodios vietnamitas más memorables (y que por supuesto, rememoramos estos días) fue aquella vez que nos dio espontáneamente por silbar La Campanera a dúo, con una sincronización perfecta, mientras circulábamos en moto por Saigón.
Pasamos cuatro días en la isla de Camiguín, uno de los lugares que más me han cautivado en Filipinas (un poco más y no vuelvo a Manila). Recorrimos la isla en moto, dormimos en un hotel-árbol, vimos decenas de almejas gigantes bajo el mar, nadamos junto a cascadas impresionantes, hicimos rafting y sobre todo nos reímos mucho. Como las cosas tontas.
Si exceptuamos un gran tapeo en Madrid hace un par de meses, a Cimbeles no le veía desde hacía dos años, cuando nos separamos en Barajas tras nuestro particular "tornaviaje". Tras semejante intervalo, podía uno temer que nada fuera igual y que no tuviéramos en común más que un puñado de recuerdos que agotaríamos en un día para pasar el resto sin saber qué contarnos. Claro, que pensar eso sería conocer poco a Cimbeles, uno de los tipos más genuinamente divertidos con los que me he cruzado en este mundo, una de esas personas que encuentran el lado humorístico a casi cualquier situación y que si no ven comicidad, la generan con su comportamiento, con comentarios propios del mejor humor absurdo o con su increíble abanico de expresiones entre castizas y frikis. Uno de nuestros episodios vietnamitas más memorables (y que por supuesto, rememoramos estos días) fue aquella vez que nos dio espontáneamente por silbar La Campanera a dúo, con una sincronización perfecta, mientras circulábamos en moto por Saigón.
Pasamos cuatro días en la isla de Camiguín, uno de los lugares que más me han cautivado en Filipinas (un poco más y no vuelvo a Manila). Recorrimos la isla en moto, dormimos en un hotel-árbol, vimos decenas de almejas gigantes bajo el mar, nadamos junto a cascadas impresionantes, hicimos rafting y sobre todo nos reímos mucho. Como las cosas tontas.
1 comentario:
Pablo a dit... Cimbeles es un grande! Lástima que dejara su blog colgado, y por consiguiente a sus lectores. Sin conocerlo, he compartido muchas cosas con él, incluida la cama (aunque no al mismo tiempo).
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