miércoles, 7 de noviembre de 2012

Con el tío Ho no se juega


Hace cuatro años, Obama ganó las elecciones y se convirtió en el 44 presidente de EEUU. Yo estaba en Saigón. Ayer volvió a ganar. Yo también estaba en Saigón. Y sin embargo, me he movido.

Durante los tres últimos años trabajé en Manila como corresponsal de la Agencia Efe. Recientemente lo dejé para regresar a Vietnam como periodista amo de casa, sin sueldo fijo (lo de fijo lo añado para darme ánimos). Mi trabajo en Manila (a menudo apasionante, a veces estresante, otras, aburrido) y mi desidia condenaron a este blog a un coma profundo, hasta el punto que incluso mi más fiel seguidor, que llegó a postear aquí en los días de vino y rosas, ha dejado de reclamar nuevas historias. Durante estos meses de silencio, alguna vez escribí un post en mi cabeza mientras paseaba por la congestionada Manila, mientras dormitaba en un avión, o en la cama, durante esa tenue frontera entre la vigilia y el sueño en la que surgen las mejores ideas. Pero cuesta dar la primera pedalada en seco y esos posts imaginarios ya nunca se plasmarán porque a mí también se me olvidaron. Ha tenido que venir Obama para resucitar esta bitácora achacosa; apúntenlo entre sus múltiples méritos (o deméritos). Obama, y también Van, nuestra chica de la limpieza.

Van tiene 37 años pero aparenta 22. Su espontaneidad incondicional hace que caiga bien desde el primer instante. Resulta divertida su manera de hablar atropellada, sin importarle si su interlocutor (servidor) entiende una palabra de su vietnamita cantarín. Cuando me pilla por banda, me suelta auténticas filípicas  para informarme de algún problema en sus tareas o para darme algún consejo casero. Si ando escaso de paciencia, suelo recurrir al socorrido "no entiendo" (khong hieu), pero no se da por aludida y sigue insistiendo de forma machacona, hasta que más o menos me hago una idea o lo simulo. Mantengo mis mayores conversaciones en vietnamita con ella y con Hoang, mi profesor. El otro día coincidieron los dos en casa por primera vez. Cuando se presentaron, Van le dijo al profesor que era de Vinh, una ciudad costera del norte. Hoang me comentó después que Vinh es la ciudad natal de Ho Chi Minh y asentí con interés y cierta sorpresa, ya que no recordaba el dato. 

A Van le contrarió mi ignorancia: "Todo el que esté en Vietnam tiene que saber quién es Ho Chi Minh", rezongaba sin dejar de limpiar el polvo de una estantería. Mientras Van rumiaba su indignación a golpe de plumero, Hoang me hablaba de la proverbial austeridad de Ho Chi Minh, de cómo renunció a bienes materiales y a relaciones carnales para dedicarse a su país, de cómo rechazó vivir en el palacio presidencial para instalarse en la casa del jardinero, pero Van interrumpió la clase con ímpetu para plantarme delante de los ojos un billete de 2.000 dongs. "Él es Ho Chi Minh, el héroe de Vietnam, y nació en la misma ciudad que yo", me espetó con un claro tono de reproche. Asentí sin atreverme a decir nada más. En cuanto acabó la clase, corrí a una librería a comprar una biografía del tío Ho. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pablo a dit... Es verdad que algunos hace tiempo que dejaron de reclamar con insistencia la actualización de este blog (por no parecer pesados o desesperados), pero no por ello han dejado de acercarse calladamente a él todos los días, por si acaso. Al final, el tiempo ha dado la razón a los pacientes y cabezones, con este nuevo post (que esperamos que sea el primero de otros muchos, algo más seguidos en el tiempo que los anteriores). De la misma manera, y con la misma cabezonería, algunos seguimos diariamente cuidando la Casa y asomándonos a la ventana, oteando el horizonte, esperando la vuelta de los amigos desparramados por el mundo. Es una espera resignada y discreta, pero firme y tenaz. ¡Enhorabuena por este retorno! Y no te olvides del otro.

Juan Jose del Rio dijo...

Muy buen blog. En Enero paso personalmente a engrosar las filas de españoles en las Filipinas. ;-)