Muchos años después, me hice amigo de una rana de trapo durante una de las primeras cenas con los compañeros de Noticias de Gipuzkoa. El anfibio nos animó la fiesta pero terminó la noche tuerto y sobrevivió malamente a varios intentos de asesinato. Le pusimos de nombre Korb y desde entonces me acompañó en las largas tardes en la redacción. Después vinieron Txurrutas y Vladimir en otras noches parecidas y por Navidad el amigo invisible me regaló otra rana que cantaba y que debe de seguir por el periódico.
Ya había dejado de lado mi enfermedad hasta que la noche del pasado jueves me sorprendí durmiendo junto a una rana roja. Estaba en el aeropuerto de Singapur y llevaba casi dos días viajando. Es lo que tienen los viajes ganga, que te permiten ser consciente de las distancias, nada de meterse en una caja y llegar mágicamente de Madrid a Saigón, hay que sentir que se está viajando. Primero seis horas de tren a París, donde tuve tiempo de dar un pequeño paseo de la estación a la Torre Eiffel. De camino, una turista canadiense de ojos rasgados me preguntó por el edificio de la academia militar, del que yo sólo conocía el nombre. En nuestra corta conversación descubrí que era de origen vietnamita y terminamos despidiéndonos con un simpático gap lai (hasta luego). Unos minutos después, un panel divulgativo de la Torre me volvía a recordar mi destino.
1 comentario:
Larga travesía Eric...sé lo que es eso, con rana incluida, saludos
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